La parada del autobús no estaba señalizada. No había marquesinas. Ni siquiera señales que indicaran su posición. Aún así yo estaba dispuesta a parar la número quince. A los pocos minutos de espera se me acercó un tipo. Me dijo que tenía un tuk tuk, una moto taxi de tres ruedas muy común en Asia, y que él me llevaría a donde yo quisiera ir. La alarma de peligro se encendió en mi cabeza. Cuando eres mujer y viajas sola, desgraciadamente debes tener más cuidado que si te cuelga una polla entre las piernas. Como el hombre me vio un poco reticente a su propuesta sacó el móvil y me empezó a enseñar vídeos de chicas españolas hablando sobre él:
-Es un hombre muy amable que solo quiere ayudar a la gente. Se puede confiar en él sin problema- decía Anita. Una “amiga” suya de Barcelona.
Llámame loca, pero me pareció que -aunque él no entendía el español- todo era un complot para enganchar a chicas jóvenes, que se fiaran de él y luego meterlas en una red de prostitución o tráfico de personas, qué sé yo. Quizás he visto y leído demasiado sobre violaciones y secuestros.
Yo seguía insistiendo en que quería coger el autobús y él me ponía caras raras. No paraba de preguntarme porqué. Solo me cobraría 10 baht (0,27 céntimos) si lo acompañaba a una agencia de turismo primero. Sacó el móvil y me puso otro vídeo. Otra chica española diciendo maravillas del desconocido del tuk tuk.
Alcé la vista y ahí estaba el autobús número quince. Le hice señas al conductor, pero éste no paró. Lo hizo al final de la calle, en un semáforo. Dejé al tipo allí con su vídeo en play y corrí para coger el bus. El semáforo cambió a verde y poco a poco vi como mi autobús se perdía entre el tráfico de Bangkok. Mierda.
El tipo del tuk tuk comenzó a hacerme gestos con la mano para que fuera.
– Venga anda, acompáñame. Me harías un favor enorme. Me darán cupones si te llevo a la agencia. Luego te dejo donde quieras gratis.
– ¿Para qué vas a usar esos cupones?
– Son cupones para comida y gasolina. Anda, que te llevo gratis al otro lado de la ciudad.
– ¿Por qué me vas a llevar gratis?- pregunté desconfiada una y otra vez.
– Por los cupones
Me seguía pareciendo raro que de pronto quisiera llevarme gratis, pero pensé ¡qué coño!, no sabes si el próximo bus te va a parar. Acepté. El hombre me dio las gracias y puso una sonrisa de oreja a oreja.
Cuando viajo en transportes privados siempre me voy fijando en las calles, qué recorridos hacen y si los barrios tienen mala pinta o hay poca gente. Aunque no conozca la ciudad si hay gente alrededor me da confianza. Después de la primera parada en la agencia, y hacer un poco el paripé, el tipo me dijo que pararíamos en otra.
– Solo me dijiste una agencia
-No, no, dos agencias y después te dejo donde quieras
Acepté porque no me pareció mala persona, aunque los asesinos nunca lo parecen. No paraba de darme las gracias my friend. Antes de llegar a la segunda agencia paró dos veces más: para ir al baño y en una gasolinera. En la parada del baño se me acercó una mujer que estaba esperando en la acera. Alarmas mentales de nuevo. Sí, era una mujer, pero podía ser una madame o estar compinchada con el hombre del tuk tuk.
Se interesó por mi vida y comenzamos a charlar. Realmente era una mujer simpática. Solo querría hablar inglés o, simplemente, hablar. ¿Por qué seré tan jodidamente desconfiada? Me sentí estúpida. Cuando volvió Wallop -así era el nombre del tipo del tuk tuk– no paramos de hablar en todo el viaje.
Tenía un hijo de veinte años, acababa de terminar el instituto y el año que viene entraría en el ejército a hacer el servicio militar obligatorio. Solo los hombres tienen que hacerlo; ni mujeres, ni lady boys -como se conocen a los transexuales en Asia-. Wallop me explicó que si tienes dinero puedes pagar para solo hacer un año de servicio o incluso librarte. De momento su hijo estaba trabajando porque necesitaban el dinero. Él alquilaba el tuk tuk cada día por 250 baht (7 euros), no tenía que pagar impuestos, tasas ni licencias. Es más, incluso puedes circular sin una porque si la policía te para le puedes dar 100 baht (3 euros) para que hagan la vista gorda.
Wallop me ofreció llevarme a un estudio de tatuajes, a beber y a drogarme. Quedamos a las seis para una cerveza.

2 comentarios sobre “Te llevo gratis si me haces un favor

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