Los arrozales bañan la inmensa llanura. Palmeras, plataneras y todo tipo de tonos verdes se entrelazan y extienden desde la base del volcán Merapi, del cual se intuye una silueta difuminada por la neblina de la mañana, como un espejismo, hasta la playa de Parangtritis.

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Silueta del volcán Merapi, Java.

Indonesia es un enorme archipiélago de más de 17.000 islas bañadas por dos océanos: el Índico y el Pacífico. En la isla de Java, a 40 kilómetros desde Yogyakarta se encuentra el templo de Borobudur, el monumento budista más grande del mundo.

Alquilar una moto es fácil, rápido y barato; al principio la conducción puede resultar algo caótica pero cuando aprendes a esquivar y no te equivocas de lado, ya que en Indonesia conducen por la izquierda, todo va rodado.

Para entrar en la mayoría de los templos de Indonesia debes llevar sarong, un pareo anudado a la cintura de estilo batik. El batik es un tejido que se elabora cubriendo parte de la tela con cera, después se tiñe y se funde la cera; los hay estampados y pintados a mano.

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Base del templo de Borobudur, Indonesia.

La marea de turistas te arrastra hasta la panorámica principal del templo. ¿Por qué hay tanta gente con paraguas? En un primer momento su uso despierta tu curiosidad y hasta te parece gracioso, incluso ridículo. Sin embargo, un rato después cuando el calor se torna insoportable y sientes que el sol comienza a derretir todo tu cuerpo, hasta lo agradecerías. Pasan las horas y te mimetizas con el entorno, no reparas en el calor y solo buscas los encuadres perfectos para tus fotos y el maravilloso paisaje que te rodea, pero los paraguas te están arruinando todas las fotos y comienzas a maldecirlos mientras sufres el síndrome de la última foto.

A pesar del masificado turismo, Borobudur es un lugar espiritual lleno de magnetismo y rincones de ensueño. Los volcanes, que entran en erupción cada cinco años y rodean la zona, se elevan de la nada y completan un paisaje de fantasía, donde las estupas y budas que ascienden hasta el cielo son los verdaderos protagonistas.

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Bajorrelieves que cuentan las enseñanzas de Buda

A primera vista, es más complejo de lo que parece. El templo se erige en una colina  y tiene forma de pirámide nivelada.  Visto desde abajo es una inmensa estupa, aunque desde el aire es un perfecto mandala, diagrama que representa la totalidad del cosmos.

Se compone de nueve plataformas superpuestas y decrecientes, cuadrangulares y circulares, que se corresponden con las tres etapas necesarias para alcanzar el nirvana. El ascenso es largo y cansado.  El templo tiene un total de 2.600 paneles en relieve que cuentan la vida de buda y sus enseñanzas. Para poder llegar a la cima hay que  recorrer  en círculo todos y cada uno de los pisos, pasando de la vida terrenal hasta la liberación.

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Estructura escalonada de Borobudur

Hay cuatro escaleras de acceso situadas en los cuatro puntos cardinales. El ascenso es bastante empinado y los escalones de piedra desgastada son altos. Si a ello le añadimos miles de personas por el medio, el 30% de los cuales son ancianos y niños, el ascenso se hace interminable; aunque  vale la pena llegar arriba y contemplar las 504 estatuas de buda ocultas en el interior de las estupas con forma de campana. Los orificios de las campanas, en forma de rombo, permiten entrever la oscura silueta de buda, siempre en paz y meditabunda.

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Estatua de Buda mirando al horizonte

Borobudur viste un negro brillante. El templo, en su totalidad, está construido con piedra volcánica. Un tono azabache, de textura porosa tipo carbón de los que comen los niños en navidad, cubre todo el monumento y contrasta con el verde que rodea la estampa y el despejado azul del cielo. Una imagen sin retoques ni filtros.

Los lugareños, divertidos y entre cuchicheos, se acercan a los extranjeros y les piden fotos. Sonríen de forma inocente y posan haciendo todo tipo de gestos. Cualquier lugar es perfecto para sacarte una foto con la gente local, ya que muchas veces te fotografían incluso a escondidas como si fueras una celebridad.

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Fotografía con gente local, Indonesia

Varios makaras, monstruos marinos de la mitología hindú, custodian las entradas y mantienen el lugar puro y alejado de los malos espíritus. Fuera, a la salida del templo, el caos se instala bajo planchas metálicas y pequeños tenderetes cubiertos con plásticos y telas. Un camino más interminable que el ascenso al templo se extiende a través de un laberinto de tiendas y souvenirs. Los vendedores gritan, en cualquier idioma, desesperados para que les compres. Si no te interesa, las palabras mágicas son: “tidak, terama kasih” que significa “no, gracias”.

 

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